Perder a alguien importante transforma el mundo tal como lo conocíamos. De repente, lo cotidiano pierde sentido, el futuro se desenfoca y el presente duele. No se trata de “superar” una pérdida, sino de aprender a convivir con ella. En este artículo abordamos las cinco etapas del duelo descritas por Elisabeth Kübler-Ross, no como una fórmula cerrada, sino como un marco que puede ayudarte a comprender lo que estás sintiendo.
No todos pasamos por las etapas en el mismo orden, ni siquiera por todas ellas. Pero entender cómo se manifiestan —y qué función emocional cumplen— puede darte algo de claridad en medio del caos.
Cuando la realidad parece irreal: la negación
En los primeros momentos tras una pérdida, la mente a veces reacciona como si nada hubiera pasado. Esta etapa no es una huida, sino un mecanismo de protección: nos permite amortiguar el impacto, dando tiempo al corazón para asimilar lo que la razón ya sabe.
Puede que sigas esperando ese mensaje, o que tu mente imagine reencuentros imposibles. Es natural. Como explica David Kessler, experto en duelo, la negación “nos protege del dolor que aún no podemos soportar”.
Una forma de empezar a dar pasos suaves hacia la realidad es escribir pequeñas verdades diarias: “Hoy eché de menos su voz”, “No puedo contarle esto que me pasó”. Nombrar lo que sucede no acelera el proceso, pero ayuda a asentar poco a poco lo que ya es.
La ira: cuando el amor duele
La rabia en el duelo no siempre tiene un destinatario claro. Puede dirigirse a uno mismo, a otras personas o incluso a quien ha fallecido. Este enfado puede parecer incoherente, pero es una expresión válida del dolor.
Como planteaba el psicólogo Rollo May, la ira es “el grito de una herida que necesita ser escuchada”. Reprimirla no la elimina; solo la aplaza.
Escribir libremente lo que sientes o realizar actividad física intensa (caminar, correr, golpear una almohada) puede ayudarte a canalizar esta energía. La clave está en permitirte sentir, sin juicio, y reconocer que detrás de la rabia suele haber amor no resuelto.
Negociación: los “y si…” que no traen respuestas
La mente busca alternativas que alivien el sufrimiento. “Si hubiera estado allí…”, “Si hubiéramos hecho algo distinto…”. Esta fase refleja el intento desesperado de encontrar sentido a lo que duele.
Aunque cargada de culpa o remordimientos, la negociación no es un error. Es una forma de acercarse poco a poco a la aceptación. Observar estos pensamientos con amabilidad, sin engancharse a ellos, puede abrir espacio para la compasión.
Una herramienta útil es escribir una carta a ti mismo en la que te hables con el mismo cariño que tendrías hacia un ser querido. Reconoce que hiciste lo que pudiste. Dejar de luchar contra el pasado no implica rendirse, sino aliviar el peso de lo imposible.
La tristeza: reconocer el valor del amor perdido
No es debilidad sentirte triste. Según George Bonanno, investigador en psicología del duelo, la tristeza es el reflejo del vínculo perdido. No hay que “salir de ella”, sino entender lo que está diciendo.
Escuchar a la tristeza implica atender tus necesidades emocionales con respeto. ¿Qué recuerdo quiere traerte? ¿Qué valor te está mostrando?
Pequeños gestos de autocuidado pueden marcar la diferencia: preparar algo caliente, escuchar una canción significativa, caminar sin rumbo o escribir una carta de consuelo. Estos actos no cambian la realidad, pero sostienen en los momentos en que todo se tambalea.
Aceptar: convivir con el recuerdo sin que duela tanto
Aceptar no significa olvidar. Significa integrar. Es encontrar una forma de seguir adelante sin dejar atrás lo que fue importante. Como explica Stephen Levine, aceptar es reconocer que el amor “sigue existiendo, aunque de una manera diferente”.
Puedes ayudarte creando un espacio simbólico en tu hogar —una vela, una foto, un objeto especial— que represente ese vínculo. No es un altar al pasado, sino un refugio emocional.
Con el tiempo, este recuerdo deja de doler como antes. Se transforma en una fuente de sentido, guía o gratitud. El amor no desaparece, solo cambia de forma.
Consejos prácticos para empezar hoy
- Escribe una frase breve cada noche que refleje lo que echaste de menos ese día.
- Dedica 10 minutos a moverte o escribir con libertad para liberar tensión.
- Crea un rincón en casa con un objeto que represente tu vínculo.
- Respira profundo y pregúntate: “¿Qué me está diciendo esta emoción hoy?”
- Háblate como hablarías a alguien que amas: con honestidad y con compasión.
El duelo es un camino íntimo, complejo y profundamente humano. No exige que olvides ni que pases página, sino que transformes el vínculo desde el amor. A veces, basta con comprender lo que sientes para empezar a sanar.