Cuando todo se desmorona a tu alrededor, es fácil olvidar lo esencial: que sigues aquí, respirando, sintiendo, intentando comprender. Las catástrofes —ya sean naturales, personales o sociales— pueden arrancarte de cuajo tu rutina, tu sensación de seguridad o incluso una parte importante de tu identidad. Y en medio del caos, cuidarte puede parecer lo último en la lista… cuando en realidad es lo primero que necesitas.
Este artículo es una invitación práctica a reencontrarte contigo desde el cuidado, a sostenerte en lo básico cuando lo demás se tambalea, y a reconectar poco a poco con un lugar interno de estabilidad y sentido.
Validar lo que sientes: el primer paso hacia la calma
Tras una catástrofe, las emociones se intensifican. Puedes sentir miedo, rabia, tristeza, confusión… o todo a la vez. Nada de eso significa que estés “mal”: significa que estás sintiendo, y eso —aunque duela— es señal de que algo te importa.
La validación emocional es una herramienta fundamental en este proceso. Lejos de intentar borrar o juzgar lo que sientes, se trata de reconocerlo. Ponerle nombre a una emoción es empezar a procesarla: “Siento rabia porque lo que pasó fue injusto” o “Me siento perdido y eso me asusta”. La psicóloga Susan David, en su libro *Emotional Agility*, sostiene que aceptar nuestras emociones no las elimina, pero les da el espacio que necesitan para transformarse.
Puedes comenzar escribiendo en un diario lo que has sentido durante el día. Incluso una sola frase es suficiente. Lo importante no es la forma, sino permitirte escuchar lo que llevas dentro sin corregirte ni minimizarlo.
Autocuidado cotidiano: pequeños gestos que sostienen
Cuando todo parece fuera de control, el cuerpo es uno de los primeros en resentirse. Comer, dormir, moverse o simplemente respirar se vuelven acciones mecánicas… o se abandonan por completo. Recuperarlas, aunque sea de forma mínima, es una forma de autocuidado. No por obligación, sino porque tu bienestar importa.
No se trata de grandes decisiones. Un vaso de agua, una ducha tranquila, escuchar una canción que te reconforte. Son recordatorios de que sigues presente. Como decía Audre Lorde, cuidarte no es un lujo, es una forma de resistencia.
Una práctica sencilla y efectiva es la respiración consciente. Inhalar por la nariz, sostener unos segundos y exhalar lentamente por la boca, repitiendo este ciclo durante cinco minutos. Es una forma de volver al presente, de ralentizar el torbellino interno y recordarte que puedes generar calma, aunque sea por unos instantes.
Crear un refugio interno: estabilidad en medio del caos
Cuando todo fuera parece inseguro, puedes construir dentro de ti un lugar al que regresar. No es una fantasía ni una huida, sino una herramienta psicológica potente: la visualización.
Imaginar un espacio seguro —real o simbólico— al que acudir cuando las emociones desbordan, te permite reconectar con sensaciones de calma y control. Puede ser una playa, una montaña, un rincón conocido o uno inventado. La clave está en recrearlo con todos los sentidos: el sonido, la luz, los colores, las texturas. Este ejercicio, en línea con las prácticas de mindfulness descritas por Jon Kabat-Zinn, entrena la capacidad de autorregulación emocional.
Ese lugar no es una solución mágica, pero sí un recurso disponible siempre que lo necesites. Con el tiempo, puede convertirse en un ancla que te ayuda a sostener el presente sin sentir que te arrastra.
Sanar no es olvidar, es aprender a convivir
No hay un único camino para sanar, ni un calendario que debas seguir. Sanar no significa borrar el pasado, sino encontrar nuevas formas de habitarlo sin que te paralice. Viktor Frankl, psiquiatra y superviviente del Holocausto, escribió: “Cuando no podemos cambiar una situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos”.
Aceptar que hay días buenos y días duros es parte del proceso. Y que incluso en medio de ese vaivén emocional, puedes seguir construyendo un vínculo amable contigo.
Este artículo no pretende darte respuestas absolutas. Solo recordarte —con respeto y sin adornos— que es posible empezar a cuidarte, aunque el contexto no cambie. Y que ese primer gesto, por pequeño que sea, ya es parte de la transformación.
Consejos prácticos para empezar hoy
- Anota una frase diaria que refleje cómo te has sentido, sin filtros ni correcciones.
- Recupera un gesto básico de cuidado: beber agua, estirarte, comer algo nutritivo.
- Practica una secuencia breve de respiración consciente durante cinco minutos.
- Crea mentalmente tu espacio seguro e imagina visitarlo cuando sientas ansiedad.
- Pregúntate cada noche: “¿Qué necesito hoy para cuidarme un poco más mañana?”