Cómo ser asertivo en el trabajo sin sentirte culpable (ni pasar por conflictivo)
En el entorno laboral, no siempre resulta fácil decir lo que se piensa. Muchas personas sienten que hablar con claridad es arriesgado: puede parecer una amenaza, una señal de debilidad o una forma de generar conflicto. Pero no expresar ideas, límites u opiniones tiene un precio alto: agota, frustra y va erosionando la confianza en uno mismo. La buena noticia es que la asertividad no es un talento con el que se nace, sino una habilidad que se entrena. Y en el trabajo, puede marcar la diferencia entre sentirse desbordado o mantener el foco y el respeto propios.
Por qué cuesta tanto decir lo que realmente pensamos
En muchas empresas, opinar con libertad o marcar límites puede percibirse como un acto incómodo. A veces, la cultura laboral premia el silencio, la complacencia o la disponibilidad permanente. Así, se termina diciendo “sí” por miedo a parecer descomprometido, o callando una objeción para no generar tensión.
Este patrón tiene raíces profundas. El temor a quedar mal, a no ser valorado o a sufrir represalias bloquea la expresión. Pero esa acumulación de silencios tiene consecuencias: se traduce en malestar, en sobrecarga, en una sensación constante de tragar sin digerir.
Reconocer este patrón es el primer paso para cambiarlo. No se trata de empezar a decir todo sin filtro, sino de aprender a comunicarse con claridad, respeto y firmeza.
La asertividad no es hablar más fuerte, es hablar con solidez
Tomar la palabra con seguridad no exige tener todas las respuestas. Implica asumir que la propia perspectiva tiene valor, incluso si es distinta. Frases como “esto igual es una tontería, pero…” o “solo quería comentar…” reflejan una forma de pedir permiso para existir en las reuniones.
Recuperar una voz profesional firme comienza por pequeños gestos: sostener la mirada, cuidar el tono, evitar justificar cada intervención. La clave no es sonar infalible, sino ser consciente de lo que se quiere decir… y decirlo sin pedir disculpas por tener una opinión.
Como recordaba Edgar H. Schein, referente en cultura organizacional, la forma en que nos comunicamos puede transformar completamente la experiencia laboral.
Aprender a decir “no” también es profesional
Poner límites no es un acto egoísta: es una forma honesta de cuidar los propios recursos. Aceptar tareas que no corresponden, asumir cargas ajenas o dejar de lado prioridades propias para “quedar bien” termina generando un desgaste silencioso.
Decir “no” con respeto permite proteger el tiempo, la energía y el foco sin necesidad de romper relaciones. Herramientas como el “disco rayado” —repetir con serenidad un mismo mensaje sin entrar en justificaciones— o el “banco de niebla” —reconocer la necesidad ajena sin ceder— son técnicas útiles para sostener ese límite con claridad.
Como afirma Margarita Tarragona, psicóloga experta en coaching organizacional, las personas asertivas no se desgastan: gestionan su tiempo desde el respeto propio.
Gestionar críticas sin perder el equilibrio
No todas las críticas llegan en el mejor momento ni con las mejores formas. Pero incluso cuando son incómodas, es posible recibirlas sin caer en la reacción automática. La clave está en pausar, escuchar lo que hay detrás y responder desde la presencia, no desde la impulsividad.
Una respuesta asertiva no necesita atacar ni justificarse en exceso. Basta con validar lo que se ha escuchado, expresar el punto de vista propio y, si es necesario, marcar una posición sin generar confrontación.
Daniel Goleman, autor de “Inteligencia emocional en el trabajo”, señala que los equipos emocionalmente inteligentes gestionan el conflicto desde la madurez comunicativa. Es esa capacidad de mantener la calma cuando el ambiente se tensa lo que diferencia a los profesionales que saben sostener su criterio sin perder la conexión.
Expresar desacuerdo también construye
Decir “no lo veo igual” en una reunión no debería vivirse como una amenaza, sino como una aportación. La clave está en cómo se expresa la diferencia. La técnica A.S.E. (Afirma, Sustenta, Encuentra) permite disentir de forma profesional:
- Afirma tu opinión con serenidad.
- Sustenta con argumentos o experiencias concretas.
- Encuentra un punto en común que invite a seguir construyendo juntos.
Amy Edmondson, desde Harvard Business School, lo resume con claridad: disentir con respeto es uno de los pilares de una cultura organizacional saludable. Cuando todas las voces se alinean por miedo a incomodar, el equipo pierde su capacidad de innovar.
Ser asertivo no es imponer, ni evitar conflictos, ni callar lo que incomoda. Es saber decir lo que se piensa con claridad y respeto. Es marcar lo que se necesita sin temor a decepcionar. Y es reconocer que, para cuidar la salud emocional en el trabajo, a veces basta con una frase dicha a tiempo. Porque no se trata de hablar más, sino de no seguir callando lo que importa.
4 claves para empezar hoy
- Observa cómo comienzas tus frases: evita justificaciones innecesarias y fórmulas que resten fuerza a tu mensaje.
- Entrena tu “no” en voz alta: practica poner límites con respeto para que no te paralice cuando llegue el momento real.
- Reescribe críticas pasadas: redacta respuestas que te hubiera gustado dar y ensáyalas como si ocurrieran ahora.
- Expón una opinión distinta con estructura: aplica la técnica A.S.E. para practicar desacuerdos constructivos.
Si en algún momento te has mordido la lengua por miedo a incomodar o has dicho que sí cuando querías decir que no, este artículo puede ayudarte a empezar a cambiar eso. Si crees que también puede servirle a alguien con quien compartes reuniones, retos o silencios, pásaselo. A veces, leer lo que uno mismo no se atreve a decir todavía puede ser el primer paso para empezar a decirlo.