Viajar sola, ir al cine sola, pasear sola y escaparte sola puede sonar inquietante, pero es un tiempo necesario para crecer, ganar autoestima, estimular la creatividad y, lo más importante, conocerte a ti misma.
La palabra soledad suele producirnos mucho dolor e inquietud. La asociamos habitualmente a la tristeza, melancolía y abandono. Estamos en el siglo de la soledad y esta repercute a todo nivel. Pero no es lo mismo la soledad no deseada, que saber estar a solas. La soledad no es una enfermedad. Seguro que conoces a alguien que le tiene terror a estar sola, vivir sola, viajar sola, comprar una sola entrada en al cine o reservar para uno en un restaurante. O quien, tras una separación, busca de manera incansable parejas sentimentales por no estar sola. Pero, estar sola y estar muy a gusto no son ideas incompatibles.
EL OTRO LADO DE LA MONEDA: LA SOLEDAD NECESARIA
Además, una cosa es la soledad no deseada y otra, la soledad necesaria. «La soledad buscada es sana y recomendable, y tenemos que aprender a sacar provecho de ella para nuestro crecimiento», sostiene Rosa Becerril, psicóloga experta en psicotecnología, CEO y fundadora de Psiconnea. La experta opina que estar a solas da espacio para el autoconocimiento, recargarse a nivel emocional, organizarse y reorganizarse, crear actividades y dar pie a reflexiones personales. «Cuando estás rodeado de otras personas, no tienes ese espacio (ni tiempo) para ti».
LA SOLEDAD DE LOS JÓVENES
El profesor Marino Pérez, catedrático de Psicología en la Universidad de Oviedo, y escritor, decía en unas jornadas de Fundación La Caixa, que los jóvenes no pueden estar a solas ni 15 minutos. Con este dato, resultante de uno de sus estudios, es válido preguntarse ¿a qué tienen miedo? Parece inevitable pensar que la velocidad a la que vivimos otorga un valor distinto a la noción del tiempo: para ellos, un minuto es como una hora; 15 son una eternidad.
La psicóloga de Psiconnea matiza que a los jóvenes no les pase nada en especial. «Es solo que están en un momento de cambio hormonal, de conocerse a sí mismos, de entenderse y, a veces, sus cerebros no están emocionalmente preparados. No todo el mundo quiere ni sabe pensar o entender emocionalmente cómo están». En ese cóctel de cambios, está el cambio social, ya que se empieza a esperar mucho de ellos. Ocurren hitos importantes: entran a la universidad u otros estudios, o hay cambio de residencia, o se van a vivir fuera. «Ese salto es muy complejo. Tienen la edad, pero, a lo mejor, emocionalmente no han aprendido todavía todas las herramientas para poder enfrentarse a esas nuevas situaciones».
¿TIENEN MIEDO DE ESTAR SOLOS?
Una tercera causa de ese rechazo a estar a solas tiene que ver con el miedo al aislamiento. La experta señala que los jóvenes eligen juntarse con sus iguales para pertenecer a un grupo, a una tribu, como una forma de buscarse para encontrarse, y en definitiva, descubrir su identidad. Una de las formas de hacerlo es gracias a la tecnología. «En este sentido, las redes sociales les permiten conectarse, lo que es bueno. Sin embargo, no quieren estar solos, porque tienen miedo al aislamiento, a no enterarse de lo que pasa, a perderse algo», afirma la psicotecnóloga, quien describe a esta forma de conectarse como un arma de doble filo, porque, por un lado, conectan y por otro, aíslan. Por no hablar de las veces que en ellas se muestra una vida que no es real: «Una cosa es lo que sale en las redes sociales y otra cosa lo que viene a consulta», opina la psicóloga. No es casual que el catedrático de Oviedo también se refiriera a la idea de «muchedumbre solitaria» en tiempos de redes sociales, es decir, una gran masa de gente, en la que cada una de las piezas individuales no se conocen realmente.
Adicionalmente, tenemos que considerar que los adultos tenemos cierta responsabilidad, ya que, por un lado, hemos alargado la niñez de nuestros hijos y los hemos infantilizado resolviendo su día a día para que no se frustren ni se aburran; por otro, les exigimos que actúen como adultos. Algunos expertos han hablado de la generación de niños de cristal, de niños mimados, de fragilidad emocional, y a quienes el paso a la adultez se les hace más duro y tardío. «Socialmente, tienen que meterse en una nueva vorágine, para la que, a lo mejor, no están preparados, lo que, sin duda, les da vértigo», añade la experta. Por eso, «tienen tendencia a rodearse de otras personas, para no tener que enfrentarse a esa nueva etapa a la que tienen que hacer frente».
SUGERENCIAS PARA ESTAR A SOLAS, PERO MUY A GUSTO
La psicóloga es de la opinión que todas las personas deberíamos probar a hacer cosas sin compañía de nadie y propone algunos ejemplos que nos darán espacio y tiempo para buscarnos y encontrarnos a nosotras mismas. Hacerlo nos permitirá transmitir sus beneficios a nuestros hijos.
- Viajar sola. Al menos una vez en la vida. «Es una forma de conocer nuevas situaciones, nuevos retos, por mínimos y básicos que sean: decidir qué comer, qué bus coger, dónde ir, dónde dormir, qué visitar, …». La idea es tomar las decisiones de manera independiente, sin necesidad de tener el apoyo de un externo o que este ejecute y planifique todo por ti. «Por mucho que quieras y te quieran, pasar tiempo a solas puede ser tan divertido como hacerlo acompañada».
- Elegir un plan sencillo. Tener tiempo para disfrutar de ti, de la música, de un paseo, para detener la mente. Bajarte de las obligaciones y mundo frenético, y dedicar ese rato solo a pensar en tus cosas, tus objetivos y propósitos de vida, qué quieres hacer y qué te gusta. No hace falta cogerte un mes de vacaciones, porque basta con darte un paseo, leer un libro, ir al gimnasio, tomarte un café en un sitio acogedor, ir de tiendas… «Lo que quieras, lo que más te guste, pero que sea tuyo».
- Mirar hacia el interior y conocerse. Al hilo de lo anterior, el espacio personal significa pasárselo bien con una misma. Para eso, hay que conocerse y saber qué te gusta. «Pasamos con nosotras mismas toda la vida, desde que nacemos, así que tenemos que aprender a disfrutar, a reír, y también a llorar solas». La experta sugiere detectar lo bueno y maravilloso que tenemos, y también aquellas cosas que queremos cambiar, saber dónde estamos y cuál es nuestro espacio. «Así, identificaremos nuestras fortalezas y nuestras debilidades, lo que nos gusta y lo que no», afirma.
LOS BENEFICIOS QUE PODEMOS TRANSMITIR A NUESTROS HIJOS
Rosa Becerril explica que para que el mensaje llegue a nuestros hijos, desde que son niños, conviene tener en cuenta:
- Predica con el ejemplo. Al final somos lo que aprendemos en casa. Desde la infancia hay que trasladar la idea de que estar a solas es necesario. Por ejemplo, fomentar el juego en grupo, pero también en solitario. Este estimulará la creatividad de los niños. Los miedos se transmiten muy rápidamente de generación en generación, por lo que intenta entender la importancia de estar a solas para poder enseñarlo en la crianza. «Si quieres que tu hijo aprenda a que va a tener sí o sí momentos de soledad, que pueden ser una oportunidad para crecer, debes empezar tú misma». ¿Que un fin de semana te vas de excursión por el campo? Genial. ¿Que te apetece irte de escapada contigo misma? Estupendo. Explícales a tus hijos que es tiempo para ti, porque lo necesitas y mereces.
- Normaliza la situación. Asegúrate de que tus hijos lo asimilen como un estímulo positivo. Verán que vuelves tranquila, contenta y con historias nuevas.
- ¿No estará la hiperactividad sobrevalorada? Si enseñamos que hay que estar siempre rodeado de gente, tener siempre planes, planes y planes, y un montón de actividad todo el tiempo, que lo deseable y lo cool es seguir un ritmo frenético, estaremos transmitiendo que es malo tener ese espacio en soledad y calma para nosotros mismos. «Hazles ver que si has quedado con una amiga y esa amiga no puede quedar, ¡no pasa nada! Aprovecha ese tiempo para ver la película que querías, escuchar tu música, organizarte, dormir, practicar jardinería, etc.», recomienda la experta.
- Agradecer es un buen hábito. Desde la psicología positiva, los estudios de Harvard marcan que las personas agradecidas son las más felices del mundo. «Pero para ser agradecido tienes que parar, entender y saber qué tienes», matiza Becerril. Fomenta que tus hijos valoren todas las cosas buenas que tienen alrededor.
- Aplaude sus logros. Muchas de esas cosas buenas, se las han ganado ellos mismos. No nos referimos a lo material. Hazles sentirse orgullosos de lo que van consiguiendo y que sean conscientes de esos hitos. «Que un amigo los quiera, es mérito propio, por ejemplo. Saberlo trabaja su autoestima, hace que se empoderen y que disfruten cada vez más de su vida, estando con la familia, conversando con los amigos, encontrando el trabajo que buscan y, por supuesto, teniendo un espacio para ellos», dice la experta.
- Evita que les coman las prisas. «Es una sociedad rápida y llena de energía, y eso es brutal, pero también hay que transmitir a los jóvenes, que no les coma esa velocidad o la ansiedad de estar con todos o de estar siempre conectados». Para pertenecer a un grupo o tribu, la experta nos recuerda que lo más importante es conocernos a nosotros mismos.